Ernesto “Che” Guevara debió haber contado con el mejor equipo de relaciones públicas del mundo. Su imagen ha llegado a ser un símbolo global de rebelión. Se estima que el resurgimiento de la figura de Guevara se produjo en 1997, a raíz del 30 aniversario de su muerte, cuando se publicaron cinco biografías sobre el revolucionario y convenientemente se encontraron y recuperaron sus restos mortales en Bolivia. Su rostro se encuentra en el epicentro de protestas en todas partes del planeta, desde E.E.U.U a Rusia y hasta Australia. Irónicamente, el revolucionario comunista se convirtió en un instrumento del capitalismo. Vendedores y compañías de todo el mundo estampan su imagen en vasos, llaveros, afiches, gorras, abrebotellas, cartas, prendedores, relojes, y más predominantemente en camisetas. Es la figura del llamado “revolucionario-chic.”
Sin embargo, la verdad detrás del mito de Che Guevara no es loable, sino siniestra y despreciable. Las ideologías son tan poderosas como aquellos que las enarbolan y representan y no hay duda de que el verdadero Guevara inhibe su propia proyección. Dejando a un lado la retórica y el sensacionalismo, Che Guevara fue un asesino confeso que despreciaba el valor de la vida humana. En realidad, fue responsable de haber acabado con innumerables vidas, en la mayoría de los casos sin razón alguna. Para él, la muerte era una necesidad de la revolución. En sus propias palabras: “un revolucionario debe convertirse en una fría máquina de matar motivado por odio puro.” Ninguna consideración moral lo hubiera frenado para lograr lo que se proponía.
Después de la crisis de los misiles de Cuba, proclamó que "si los misiles hubiesen permanecido (en Cuba), los hubiésemos utilizado contra el mismo corazón de los Estados Unidos incluyendo a Nueva York. Nunca debemos establecer la coexistencia pacífica. En esta lucha a muerte entre dos sistemas, tenemos que llegar a la victoria final. Debemos andar por el sendero de la liberación incluso si cuesta millones de víctimas por el uso de armas atómicas. Es preciso, por encima de todo, mantener vivo nuestro odio y alimentarlo hasta el paroxismo.” Con muy pocas excepciones, fracasó en sus objetivos de instigar revoluciones y reformar gobiernos y economías. El símbolo del “Che Guevara” fue elevado a un falso pedestal por sus doctrinas, valentía, y coraje, pero ese pedestal merece ser destruido por las tácticas brutales e inhumanas que aplicó, en su afán de ser la quintaesencia moderna de la revolución.
Quizás la mejor representación del verdadero pensamiento de Guevara se evidencia en su discurso en la Conferencia Tricontinental en la Habana, en el cual expresó “¡El odio es el elemento central de nuestra lucha! El odio tan violento que impulsa al ser humano más allá de sus limitaciones naturales, convirtiéndolo en una máquina de matar violenta y de sangre fría. Nuestros soldados tienen que ser así." Innumerables fuentes y testigos han confirmado que Guevara era un ferviente creyente de ser una “máquina de matar violenta.” Junto a Fidel Castro y su ejército rebelde, vivió en la Sierra Maestra mientras se organizaban los planes para derrocar al gobierno del dictador Fulgencio Batista. Durante ese tiempo, Guevara llevó a cabo varias ejecuciones, usualmente por sospechas de que los imputados habían ayudado al gobierno o pensaban abandonar el movimiento rebelde.
En su diario, narra la ejecución por su propia mano de Aristidio, un campesino que había expresado no querer seguir siendo parte del ejército rebelde. Uno de sus ex comandantes, Jaime Costa Vázquez, apodado "El Catalán", cuenta que uno de los verdugos a las órdenes del Che -quien más tarde se convertiría en ministro del interior de Cuba - decía que sus órdenes se limitaban a solo cinco palabras: "En caso de duda, mátalo." La sospecha era suficiente para acabar con una vida. Un juicio justo no era necesario. Varios años más tarde, Che Guevara proclamaría en un discurso que "en la Sierra Maestra, fusilamos a mucha gente sin saber si eran totalmente culpables. A veces, la revolución no puede detenerse a conducir una investigación, tiene la obligación de triunfar."
Uno de los relatos más escalofriantes narra como el Che interrogó a un muchacho de 17 años que era soldado del ejército de Batista. El muchacho rogó por su vida: "No he matado a nadie. Acabo de llegar aquí. Mi madre es viuda y yo soy hijo único. Me uní al Ejército por el salario, para enviarlo a ella mensualmente. No me mates, no me mates...” a lo que Guevara respondió simplemente " ¿Por qué no? " Luego procedió a amarrar al muchacho ante su tumba recién cavada y le disparo en la cabeza.
Después que Castro tomó el control de Cuba en 1959, al Che Guevara se le asignó el puesto de Comandante de La Cabaña, una fortaleza que había sido construida por los españoles para defenderse de los ataques piratas, pero que había sido convertida en prisión. También fue nombrado Juez Principal de los Tribunales Revolucionarios y Jefe de la Corte de Apelaciones. Entre ochocientos a mil prisioneros fueron encarcelados en un espacio donde apenas cabían trecientas personas. Entre los encarcelados se encontraban ex militares y policías de Batista, pero también periodistas, empresarios y comerciantes.
El escritor cubano Reinaldo Arenas, quien fue encarcelado por sus obras anti totalitaristas, escribía que las condiciones eran terribles. "Los homosexuales no eran tratados como seres humanos, eran tratados como bestias. Ellos eran los últimos en salir a comer, así que los veíamos pasar y el incidente más insignificante resultaba una buena excusa para castigarlos sin piedad.” Guevara fue también un defensor de la tortura psicológica. Los prisioneros de La Cabaña han contado que muchas veces eran sacados de las celdas en medio de la noche para ser sometidos a falsas ejecuciones. Evidentemente, los prisioneros sólo se daban cuenta de que el fusilamiento era una farsa después de que las balas de salva habían sido disparadas.
A pesar de que algunos juicios si fueron celebrados, el fiscal siempre presentaba "pruebas irrefutables". José Vilasuso, encargado de preparar los expedientes de los acusados, admitió en una entrevista que Guevara solía decirle: "El oficial investigador siempre tiene la razón". Otros oficiales de esa época también han testificado sobre algunas de las célebres frases del Che como "No demoren las causas, esto es una revolución, no usen métodos legales burgueses, las pruebas son secundarias. Hay que proceder por convicción.”
A pesar de ser la máxima autoridad de la Corte de Apelaciones, no hubo ni una sola vez que Guevara negara una sentencia de muerte. Ordenaba las ejecuciones durante la noche y a veces las ejecutaba públicamente a modo de escarmiento. En ocasiones, hasta televisaban estas ejecuciones o insertaban grabaciones en documentales cortos previos a las películas en los cines. Aunque su estancia en La Cabaña fue de apenas un año, se estima que las ejecuciones realizadas en la prisión durante 1959 fueran entre doscientas y setecientas. Es por esta razón que Che Guevara obtuvo el infame título de "El Carnicero de La Cabaña".
La torcida indiferencia del Che Guevara por la vida humana alcanzó su pináculo con la creación de los campos de concentración también conocidos como campos de trabajo. Fue en Guanahacabibes, en el extremo occidental de la isla, donde primero se establecieron estos campamentos. Tenían como objetivo aislar de la sociedad a aquellos que, según las organizaciones gubernamentales, cometían crímenes "verdaderamente terribles " como beber, escuchar música muy alto o faltar el respeto a las autoridades, ser perezosos o participar en actividades religiosas. Guevara explicaba que este era un lugar para aquellos casos dudosos de los que no estaban seguros debían ser encarcelados…. gente que había cometido crímenes contra la moral revolucionaria, en mayor o menor grado.”
Más tarde, estos campos se convirtieron en los campamentos llamados UMAPs (Unidades Militares de Ayuda a la Producción), a donde iban a parar todos los "casos" que eran realmente sinónimo de disidentes. Homosexuales, rockeros, muchachos con el pelo largo, testigos de Jehová, sacerdotes afrocubanos y católicos, fueron metidos en camiones y autobuses y llevados a estos campos a punta de pistola. Sin embargo, el trabajo no era precisamente lo que les esperaba. Algunos de ellos fueron violados, golpeados y mutilados; para otros estos campamentos fueron el último lugar que vieron en sus vidas.
Incluso si ignoráramos el completo y absoluto desprecio de Guevara por la moralidad y la vida humana, tendríamos que mencionar el hecho de que fracasó en su intento de cambiar el mundo. A pesar de su dudoso y cuestionable éxito en Cuba, no pudo seguir adelante en su empeño de “exportar revolución.” A finales de 1959, fue nombrado Presidente del Banco Nacional de Cuba, Ministro de Industria y Jefe del Instituto Nacional de La Reforma AgrariaFue precisamente durante este periodo que comenzó en Cuba la racionalización de los alimentos y la ropa, y el país sufrió una severa disminución en la producción de azúcar. De hecho, la Reforma Agraria les arrebató la riqueza a los ricos, pero no para entregarla a los pobres, sino a los funcionarios del gobierno. Como consecuencia de esto, la producción fue severamente reducida y consecuentemente también lo fue la estabilidad económica de Cuba. Según el escritor Álvaro Vargas Llosa, para 1997 "los cubanos estaban a dieta con una ración de cinco libras de arroz y una libra de frijoles al mes; cuatro onzas de carne dos veces al año; cuatro onzas de pasta de soja por semana; y cuatro huevos al mes."El economista cubano Ernesto Betancourt resumió su impacto en la economía cubana al declarar que Guevara "ignoraba los principios económicos más elementales." Todo esto a pesar de su jactanciosa predicción de que Cuba tendría un ingreso per cápita mayor que el de los Estados Unidos. Guevara intentó iniciar revoluciones en Panamá, Nicaragua, República Dominicana, Haití, Argentina y el Congo. Todas ellas terminaron en un miserable fracaso y, de hecho, sólo lograron reforzar el militarismo en muchos de estos países. Bolivia, finalmente, fue su último y fatal intento fallido.
Ernesto Guevara no merece, de ninguna manera, el elogio y la adoración que algunos le profesan hoy en día. Rompió los fundamentos esenciales de la decencia humana. Fue además, un oponente ardiente del cuarto estado: la prensa. En una oportunidad expresó a un periodista: “Hay que acabar con todos los periódicos. Una revolución no se puede lograr con la libertad de prensa.”A pesar de esto, no tenía ningún reparo contra los medios de comunicación que llevaban su buena imagen a los Estados Unidos. Escribió en su diario: "Mucho más valioso que los reclutas rurales para nuestra fuerza guerrillera fueron los reclutas de los medios estadounidenses para exportar nuestra propaganda". Es aquí donde se evidencia cómo el símbolo moderno del Che Guevara se convirtió en lo opuesto de lo que realmente era. No respetaba ninguna ley, moral o de otro tipo, diferente a la suya. Si bien esto puede ser un factor atractivo para algunos, deja de ser admirable cuando se consideran los cientos de vidas que él tomó injustamente sin el debido proceso judicial.
Aunque algunos puedan afirmar que estas declaraciones son falsas, y recurran a citar todas las cosas buenas que los cubanos de la Isla tienen que decir sobre el Che Guevara, elijo, en cambio, preguntar a aquellos que decidieron no vivir en un país donde es ilegal hablar mal del gobierno. Elijo pedir la opinión de los que no serán arrestados por decir algo diferente a una opinión positiva del revolucionario sediento de sangre. Elijo preguntar a los millones de inmigrantes cubanos que han huido del régimen de Castro y viven en el exilio en todo el mundo. Sólo cuando no se teme a los oídos de la policía secreta cubana pegados a cada pared se puede ser libre para expresar lo que verdaderamente se piensa. La alabanza global al Che no sólo es injustificada, sino además un insulto para todos aquellos a quienes él consideró "no aptos" para la revolución y condenó al trabajo esclavo y a la muerte.